27 de octubre 2009
AGRADECIMIENTO
Soy la mamá de Juan Roberto. Algunas personas conocen la historia que voy a contar; otras, algo habrán oído y la mayoría ni se ha enterado.
Lo hago por agradecimiento a todos los que nos han enviado sus condolencias, a los que han manifestado su cariño por Juan Roberto y han ofrecido sufragios por él y para dar a conocer las maravillas de la gracia de Dios y de los cuidados de Nuestra Madre del Cielo, Santa María. (Que me perdonen los no creyentes.)
Nací en un hogar cristiano de una madre muy piadosa que me enseñó a amar ya confiar en la Virgen María. Creo firmemente que fue Ella quien me ayudó a encontrar un maravilloso marido.
Una mañana, cuando mi esposo salía para su trabajo, Juan Roberto, niño precoz y muy inquieto, con apenas año y medio de edad, salió corriendo detrás de su papá. Su padre, sin darse cuenta, al sacar el auto del garaje, lo atropelló. Después de golpearlo con el guardabarros en la cabecita, le pasó con la llanta derecha de atrás por el cuerpecito que había caído al suelo. Los detalles no los voy a contar. Sólo diré que el niño llegó a mis brazos sangrando y sin signos vitales. Doloroso. No?
Lo llevé a la casa, lo puse sobre un sofá, hice todo lo que pude para que volviera. Todo en vano. El niño no respiraba. Entre tanto, mi esposo llamaba al médico.
Fue entonces cuando se lo ofrecí a la Virgen y dije: "Lo Señora, el niño es tuyo. Si quieres puedes llevártelo pero si quieres, puedes dejármelo sano y yo te lo cuidaré para que te sirva en este mudo y atraiga a muchos jóvenes al amor de Dios". Vi como un rayo que bajó del Cielo ¡y el niño lloró...!
Lo que sucedió más tarde tampoco lo contaré con detalles, sólo diré que después de hacerle todo lo exámenes del caso sin que apareciera ninguna lesión, el pediatra dijo: "Este niño nació hoy". A partir de ese momento, Juan Roberto creció sano, inquieto y alegre, tal como lo conocimos.
Está claro que Dios se sirvió de nuestro hogar, de sus maestros y amigos y del Opus Dei para que Juanro cumpliera una misión encomendada. Cuando la terminó...vino la Señora y se lo llevó...y se llevó con Ella a otras personas que también habían terminado su misión.
Aquí no termino. Creo que éste fue un caso extraordinario. Lo ordinario es nuestro trabajo de cada día. Todos estamos llamados a hacer en lo ordinario, cosas extraordinarias si dejamos que Dios actúe en nosotros y nos dejemos llevar de la mano de Su Madre, la Virgen María.
Pienso que a Juan Roberto le gustará que recordemos esto hoy, en el 52 aniversario del matrimonio de sus padres.
AGRADECIMIENTO
Soy la mamá de Juan Roberto. Algunas personas conocen la historia que voy a contar; otras, algo habrán oído y la mayoría ni se ha enterado.
Lo hago por agradecimiento a todos los que nos han enviado sus condolencias, a los que han manifestado su cariño por Juan Roberto y han ofrecido sufragios por él y para dar a conocer las maravillas de la gracia de Dios y de los cuidados de Nuestra Madre del Cielo, Santa María. (Que me perdonen los no creyentes.)
Nací en un hogar cristiano de una madre muy piadosa que me enseñó a amar ya confiar en la Virgen María. Creo firmemente que fue Ella quien me ayudó a encontrar un maravilloso marido.
Una mañana, cuando mi esposo salía para su trabajo, Juan Roberto, niño precoz y muy inquieto, con apenas año y medio de edad, salió corriendo detrás de su papá. Su padre, sin darse cuenta, al sacar el auto del garaje, lo atropelló. Después de golpearlo con el guardabarros en la cabecita, le pasó con la llanta derecha de atrás por el cuerpecito que había caído al suelo. Los detalles no los voy a contar. Sólo diré que el niño llegó a mis brazos sangrando y sin signos vitales. Doloroso. No?
Lo llevé a la casa, lo puse sobre un sofá, hice todo lo que pude para que volviera. Todo en vano. El niño no respiraba. Entre tanto, mi esposo llamaba al médico.
Fue entonces cuando se lo ofrecí a la Virgen y dije: "Lo Señora, el niño es tuyo. Si quieres puedes llevártelo pero si quieres, puedes dejármelo sano y yo te lo cuidaré para que te sirva en este mudo y atraiga a muchos jóvenes al amor de Dios". Vi como un rayo que bajó del Cielo ¡y el niño lloró...!
Lo que sucedió más tarde tampoco lo contaré con detalles, sólo diré que después de hacerle todo lo exámenes del caso sin que apareciera ninguna lesión, el pediatra dijo: "Este niño nació hoy". A partir de ese momento, Juan Roberto creció sano, inquieto y alegre, tal como lo conocimos.
Está claro que Dios se sirvió de nuestro hogar, de sus maestros y amigos y del Opus Dei para que Juanro cumpliera una misión encomendada. Cuando la terminó...vino la Señora y se lo llevó...y se llevó con Ella a otras personas que también habían terminado su misión.
Aquí no termino. Creo que éste fue un caso extraordinario. Lo ordinario es nuestro trabajo de cada día. Todos estamos llamados a hacer en lo ordinario, cosas extraordinarias si dejamos que Dios actúe en nosotros y nos dejemos llevar de la mano de Su Madre, la Virgen María.
Pienso que a Juan Roberto le gustará que recordemos esto hoy, en el 52 aniversario del matrimonio de sus padres.
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